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Abiertos a la vida, al amor… abiertos a Dios


Ella una mujer llena de ilusión – ante su próxima boda, habiendo vivido un noviazgo lleno del amor en Jesús y María… me llama para preguntarme ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo vivir un matrimonio abierto a la vida siendo responsables del inmenso e inmerecido don de la vida?, ¿Cómo amar en la libertad que sólo puede dar la verdad?

Abriéndole mi corazón de mujer, esposa y madre, le comparto lo que para nosotros ha sido cantar y entonar la belleza de la música que el cielo toca cuando se le deja a Dios SER el Dios que AMA y nos enseña a amar, en el matrimonio y la familia.

Todo lo encierran dos palabras, que he aprendido a los pies de la cruz:

CONFIANZA y ABANDONO.

¡Cómo cuesta confiar en un mundo que le grita constantemente al hombre todo lo contrario!, ¡qué difícil es abandonarse y dejarle a Dios ser el dueño del misterio que sólo El posee: La vida y el amor!.

Ella, una hermosísima mujer preguntó, buscó aprender y conocer lo que el hombre a través de la ciencia ha descubierto para junto con su novio, en intimidad, elegir lo mejor para la vida de su matrimonio.

¿Apertura a la vida – aceptada moralmente, pero rigorista en su forma, creyendo tener el control de decisión de cuándo el YO inflado de la vanidad y soberbia del hombre cree que puede decidirlo? En mi opinión, es una anticoncepción disfrazada de “el método natural moralmente aceptado”… trataré de explicar lo que quiero compartirles:

- La vida es un misterio infinito – del que no sabemos nada, porque nos sobrepasa, nos abruma su sentido de eternidad e inmenso amor en el querer de Dios al llamar a la existencia por amor a cada uno de sus hijos.

- Inmerecido don dado al hombre y a la mujer al ser llamados a “abrirse a la confianza de dejarle a Dios SER quien decide la vida”, a ser co-creadores con El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo… abrirles la puerta y dejarles entrar al jardín fecundo de su matrimonio. ¿puedes entender que todo un Dios quiera por amor invitarte a presenciar, vivir, a ser testigo de su presencia que da vida?

VIDA, el don más grande de todos.

Vida al amor de los esposos.

Vida a una nueva persona creada de la nada y llamada a la existencia por una comunión de amor divino y amor humano.

Sí, estamos llamados a ser fecundos, a multiplicarnos… en el amor, en la manifestación del amor que canta el gozo de la entrega y el gozo de la espera, la pasión que enciende el deseo que pacientemente busca el momento… de vivir y tocar el cielo que besa a la tierra.

Lo que te escribo, no es un sueño utópico, es real y sólo es posible vivirlo en la confianza, en el abandono confiado de saber que no somos nada ante el inmenso misterio de la vida, el misterio del amor invisible que toca la música del cielo y busca armonizarse con la música tan única en cada matrimonio.

Reverenciar y custodiar la belleza y grandeza del abrazo esponsal es reconocer el tiempo, el compás, el ritmo, la armonía que debe de entonar el hombre ante la maravilla de la música única y perfecta que canta el cuerpo de su esposa, que en la madurez del amor se va entendiendo bajo la luz y la armonía de la razón, la fe y el corazón.

La razón

El Cuerpo del hombre y de la mujer anatómicamente, fisiológicamente – deslumbran la inteligencia de quienes a través de la ciencia van descubriendo la perfección de su funcionamiento. A mayor descubrimiento, mayor asombro – mayor admiración ante el creador. Ante el milagro de la vida – algo que ninguna persona humana puede decidir, porque el único que da vida es su dueño: Dios – nuestra única actitud debe de ser deresponsabilidad y reverencia. Conocer el ritmo perfecto de la música que canta el cuerpo de la mujer, es fundamental. Cada una es diferente, única, irrepetible… Esmisterio por descubrir. No conocerse, es ser ignorante y permitirse ser manipulada por la mentira, ser esclavizada por todo lo que artificialmente mata la belleza de la fecundidad y el orden perfecto de su cuerpo. Conocer y maravillarse del cuerpo del hombre – provoca en la mujer, maravillarse de cómo ella es capaz de acompañarle a descubrir el compás y el ritmo que le enseñan la ternura, las palabras, el tiempo… para juntos dejarse abrazar por la fuerza e intensidad del amor esponsal.

La Iglesia – que jamás predica lo que no es razonable, nunca menciona un número de hijos, cada matrimonio en conciencia debe ser responsable del inmerecido don de haber sido llamado a recibir y dar vida a una persona, a un hijo – primero de Dios y sólo después de reconocerlo así, de sus padres. Los hijos no son un derecho, son un verdadero regalo… nada fácil de desenvolver, es por eso debemos reverenciar y custodiar el inmenso don recibido, sin merecerlo de ser capaces de ser padres.

Científicamente comprobados en su bondad y eficacia son muchos los métodos que pueden acompañar al hombre y a la mujer a hacer lo que humanamente pueden ante el misterio de la vida.

La fe

Creer en la presencia de quienes, si son invitados, invisibles tocan, matizan, iluminan, abrazan y sostienen todo lo que el y ella son, fortaleciendo los momentos de debilidad y temor. Recuerdo muy bien el momento en el que descubrí que una vida comenzaba a crecer dentro de mi… ¡era imposible humanamente hablando – no era un día fértil!, esa pequeña personita que se fue después de 3 meses al cielo, me enseñó la mayor lección: Para Dios no existe NADA imposible, cuando El quiere DA vida, no cuando nosotros lo decidimos. Sólo podemos confiar… se dice fácil, pero no lo es.

Confiar en quien decimos creer es lo único posible ante el misterio de la vida.

Creo en el milagro que provoca un hijo, creo en que Dios jamás se equivoca, creo en la incapacidad que tenemos para mirar como El mira la vida de una persona creada para la eternidad, porque un hijo no es sólo para el aquí y el ahora, es creado por Su amor para toda la eternidad.

El corazón

La apertura a la vida, es apertura del corazón. Es abrirse a la aventura que significa la confianza, la responsabilidad y el gozo de amarse. Sólo el corazón es capaz de sostener y multiplicar el amor, que duele, llora, canta, se alegra y sufre cuando ama. Sólo por amor es posible esperar y desear. Sólo desde la mirada del amor somos capaces de reconocer la grandeza de la alegría del orden en el corazón que es la castidad… Sólo desde el corazón podemos renunciar a querer entregarse, por reverenciar el misterio.

Sólo desde la abstinencia podemos maravillarnos una y otra vez de descubrir de lo que somos capaces como personas ante el misterio que no nos pertenece: Ser co-creadores con Dios uno y Trino de una vida nueva.

Cada hijo merece que el acto originario de su vida sea esperado, deseado, gozado… reverenciado. Un hijo merece nuestro respeto. Me duele tanto escuchar cuando una persona se sabe “un error” de sus padres, “un descuido”… un no haberse “cuidado”… ¿de quién nos debemos de cuidar?…

Descubramos en el corazón que llevamos dentro la capacidad que tenemos de maravillarnos de lo que sólo Dios puede enseñarnos sobre el amor expresado en el acto sagrado del abrazo esponsal. Vivamos agradecidos de lo que durante más de veinte siglos el hombre ha aprendido sobre su cuerpo, su alma y su capacidad para amar, ser amado y… perdonar.

La anticoncepción disfrazada – o la apertura a la vida controlada por la vanidad y soberbia de creer que conocemos y controlamos el misterio de la vida - saca, calla, apaga, al Señor y dador de vida, al amor del Padre y del Hijo, al verdadero pozo de agua que da vida al matrimonio: A la presencia, voz y fuego del ESPÍRITU SANTO en la vida matrimonial.

¿Cómo podemos creernos capaces de amar – humanamente? Es imposible. Sólo puede entenderse y sostenerse el amor humano cuando se alimenta, nutre, ilumina y sostiene en el Amor divino.

Cómo podemos creernos capaces de recibir una vida sin la confianza de que sólo es posible en el sabernos mirados y amados por un Dios que sabe, conoce y desea que toquemos el cielo en la tierra y su música, al entonar con Ellos – el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y María – el canto del amor humano que baila y se goza en el jardín del matrimonio y la familia.

Te comparto lo que he descubierto – como gracia del amor divino – en el amor humano vivido con mi amado esposo y nuestros nueve hijos. Ellos son quienes me han enseñado a confiar, porque son cinco los que se quedaron y cuatro los que nos bendicen desde el cielo… ¡sólo Dios es quien ha decidido su vida, nosotros la hemos recibido como un regalo, que nos ha llenado de responsabilidad, alegría y esperanza!.


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